Ya llevo traducidas unas cuantas novelas, pero hay una traducción de la que guardo especial recuerdo porque fue iniciativa mía. Se trata de LA RUINA, del neorrealista BEPPE FENOGLIO (Alba 1922-Turín 1963), y es una verdadera delicia, de una tristeza infinita, eso sí. A mí siempre me ha recordado un poco a LOS SANTOS INOCENTES por lo que tiene de retrato de la miseria y la brutalidad.
De Fenoglio decir que a su muerte ni más ni menos que ITALO CALVINO fue uno de los encargados de llevar a hombros su féretro.
Lo publicó en el 2000 la editorial de Vitoria BASSARAI con un prologuito mío.
No me resisto a reproducir aquí las primeras líneas de la novela:
Llovía sobre todas las ciénagas y allí arriba, en San Benedetto, mi padre se mojaba por primera vez bajo tierra.
Había muerto la noche del jueves pasado y lo enterramos el domingo, entre las dos misas. Por suerte mi patrón me había anticipado tres luises, pues en toda nuestra casa no había nada con que pagar al cura, la caja y la comida de los parientes. La lápida se la íbamos a poner más adelante, cuando pudiéramos levantar un poco la cabeza.
Había muerto la noche del jueves pasado y lo enterramos el domingo, entre las dos misas. Por suerte mi patrón me había anticipado tres luises, pues en toda nuestra casa no había nada con que pagar al cura, la caja y la comida de los parientes. La lápida se la íbamos a poner más adelante, cuando pudiéramos levantar un poco la cabeza.