Hay muchos modos de estrenar el año nuevo: haciendo propósito de enmienda en cualquier campo, apuntándose a un gimnasio o jurando no volver a caer en las brasas de algún amor temporal que se ve de lejos que no conviene. Pero también hay muchos modos de acabar el año, y uno de ellos es dejar algo pendiente para que el siguiente nos pille con las ilusiones intactas, sin posibilidad de dejar a cero el marcador de nuestros sueños. De eso escribo en "Dejar algo pendiente", la entrega XXI de OPINIONES ROBINSONIANAS. Como siempre en la revista cultural "Agitadoras".
"Este 2015, que pinta aún con los colores de la precariedad para muchos y, en general, con un horizonte poco luminoso para todos, lo empezará mejor quien haya sabido dejar algo pendiente. Lo empezará con más ilusión, con la agenda menos vacía y con los deseos a flor de piel. De año en año, dejar algo pendiente consiste en saber guardar para mañana lo que podrías hacer hoy, pero que en un ataque de previsión preferimos postergar para un momento mejor, quizás esperando poder sacarle todo su jugo.
Bien es cierto que es probable que tan sólo los perfeccionistas conozcamos el placer de dejar algo pendiente con la consciencia plena de hacerlo, mientras que en los demás se trate tan sólo de desidia o vaguería [....]".