"Su promiscuidad aflora en su libro de
memorias, traducido al castellano como 'Una vida para el arte' o 'Confesiones
de una adicta al arte', que no escatima casi ninguno de esos episodios de cama,
cosa que no gustó nada a sus parientes, que cuando en 1946 se publicó corrieron
a las librerías neoyorquinas para comprar todos los ejemplares que pudieron e
impedir así su difusión entre sus conocidos. Valoraban en poco que ese libro
fuera la historia de una mujer consagrada al arte como mecenas y coleccionista que contribuyó
enormemente a la difusión del arte moderno. Ella misma decía que no pudiendo
permitirse comprar el arte de los grandes maestros del pasado, consideró que su
deber era proteger el arte de su tiempo [...]."
"Esta pasión lo había absorbido por entero, apenas comía, ya no dormía, pero soñaba noches y días enteros con su idea fija: los libros."
GUSTAVE FLAUBERT, Bibliomanía