Amamos el terruño en el que hemos nacido a pesar de que ostente las cicatrices de una larga historia de atavismos de lo más variopinto. Amamos una tierra con resgusto a catolicismo mal digerido y a fascismo de pacotilla. Amamos ciudades y pueblos crecidos a la sombra de un machismo que echa para atrás, una homofobia de juzgado de guardia y una incultura digna de aparecer en los manuales de requetetontos.
Y si fuera aún peor, la querríamos igualmente. Pero eso no quita que unos cuantos sepamos ver con claridad meridiana cuáles son sus lacras y de qué pies cojea con mayor intensidad. De algunos de esos defectos de bulto hablo en la entrega XVII de PIENSO, LUEGO RESISTO bajo el título ESTA ESPAÑA NUESTRA.