Internet ha llenado los hogares de expertos en casi todo, o cuanto menos de valientes opinadores dispuestos a usar la Red para recomendar o dejar de recomendar cosas de las que jamás se supo que tuvieran conocimiento alguno. Y como además nuestro ritmo ha cambiado y ahora ansiamos devorar información, de la calidad que sea, a velocidad supersónica, nos lo tragamos todo. "[...] Con este panorama, ¿dónde está el espacio para el prescriptor, la
prescriptora, los prescriptores, que antaño servían para orientarnos en la selva
del saber? Esos seres que dedicaron sus esfuerzos a formarse en especialidades
como el arte, la literatura, el cine o cualquier otro campo para poder guiarnos
por frondosas arborescencias, donde tan fácil resulta extraviarse, ¿qué papel
juegan en este nuevo horizonte donde todos opinan y donde parece que sirve toda
opinión? Críticos literarios, como quien esto escribe, acostumbrados a
recomendar lecturas; críticos teatrales dedicados a diseccionar puestas en
escena; críticos de arte que nos ayudan a circular por las exposiciones que
nuestra ciudad nos brinda… ¿tienen sitio ahí donde cualquiera puede arrogarse el
papel de prescriptor como quien viste el día de carnaval una bata blanca de
doctor? [...].
De ello hablo en OPINIONES ROBINSONIANAS XIV, como siempre en la revista "Agitadoras". Lee el artículo completo aquí.