"Mientras suceden cosas tan absurdas y trogloditas como que un numeroso grupo
de intelectuales franceses (¡tipos leídos!) se lance a defender el consumo de
prostitución, haciendo gala de una falta de empatía colosal para con aquellas
mujeres que la ejercen no por gusto sino por no tener otro modo de vida (que son
las más), resulta que las adolescentes voluntariamente se maquean, se visten, se
peinan y lo que haga falta para parecer eso, putas, mientras ellos, los
adolescentes, se asemejan cada vez más a vulgares chulitos de discoteca. Supongo
que cada tiempo histórico tiene su retrato y que mientras en los 80 la rebeldía
era la imagen de la juventud, ahora lo es el desconcierto.
En esta tesitura, donde tan culpable es la publicidad sexista como otros
condicionantes y estímulos de los que nuestra sociedad se nutre, la apariencia
de esos chicos y chicas que siguen la estela de sus ídolos juveniles, no se
revela una inocua manifestación de la moda, sino que oculta un trasfondo
altamente preocupante: el de la perpetuación de los roles de dominación y
sumisión. [...]"