Desde siempre la sexualización de las mujeres me ha parecido un espanto y he huido de ella como de la peste. En concreto siempre me han preocupado los maltratadores tacones de aguja, que condenan a quienes los usan a un dolor de pies mortal y a situaciones complicadas como, por ejemplo, no poder escapar de un atraco. No les veo la gracia, si no es como instrumentos de dominación del llamado segundo sexo: cuanto más constriña la moda a las mujeres, más esclavas serán.
El hijab cumple en las sociedades musulmanas el papel de los tacones: está pensado para dificultarles la vida y para que sean más fáciles de subyugar. ¿Cómo le planta cara a un machista una mujer con tacones y hijab? Aprovechando que NAJAT EL HACHMI ha publicado el polémico Siempre han hablado por nosotras, donde cuestiona el feminismo árabe -hijab incluido-, he escrito Troians del feminisme (ARA).