jueves, 1 de noviembre de 2012

89. ¿HA VUELTO FRANCO?

Por si este país no tuviera bastante haciendo el ridículo más espantoso, negando la evidencia de una catástrofe que no se arregla con las mismas medicinas de siempre (nada se reconstruye con las herramientas de su destrucción) y resistiéndose a adoptar los cambios drásticos que una sociedad en grave proceso de retroceso precisa (¡ya urgentes!), va y se despierta la bestia intolerante que la sociedad española no dejó de alimentar nunca.                                                                     Somos unos cuantos lo que sabemos que la democracia española está cogida con alfileres y que llevamos tiempo constatando en palabras oídas en tertulias radiofónicas y televisivas, en comentarios lanzados por próceres de pocas letras y en algunos otros ramalazos (en la línea de los que suele protagonizar en Sr. Aznar, dios le conserve la voz), que el espíritu del Caudillo pervive en demasiados seres de carne y hueso, y no sólo en el recuerdo de las calles y plazas que llevaron su nombre.
"La amenaza independentista", ese dragón de fauces incendiadas que al parecer tanto miedo da a quienes poco saben del respeto al otro, ha avivado su ardor guerrero y ahora aflora en gentes dispares pero unidas bajo un objetivo común: no dejar que el vecino que quiere cambiarse de barrio lo haga, como si ellos fueran dueños de las decisiones del vecino. ¡No lo insulten, anímenle a que se quede y quizás lo hará!, diría cualquiera con dos dedos de frente. Pero ellos son los hijos putativos del Caudillo y ya sabemos que el pobre de diplomacía precisamente no entendía.
De este fenómeno que se está extendiendo como la pólvora hablo en la XXIII edición de PIENSO, LUEGO RESISTO bajo el título "ESPAÑOLES, FRANCO HA VUELTO".