En estos tiempos de ética precaria (a decir verdad, muy precaria), crecen como champiñones en cualquier esquina las gentes carpe diem, colectivo ya existente desde el inicio de la Humanidad pero que ahora suma adeptos a velocidad de vértigo aprovechando que el viento sopla a su favor. Y es que nada mejor para esos egoístas natos que flotar en el actual limbo de materialismo e inmediatez, sueño dorado de cualquier mindundi condenado a mirarse eternamente el ombligo.
Individuos empeñados en salir airosos de cualquier circunstancia aunque tengan que pisar a quien sea, ajenos a cualquier clase de empatía, los carpe diem se divierten de lo lindo en eventos y fiestas a las que jamás debieron asistir, bien porque se celebra el cumpleaños del novio traidor de una amiga, bien porque allí estaba la bruja que puteó a su propia hermana.
Para ellos no hay ni buenos ni malos, pues su capacidad de discernimiento es nula; su única máxima es "me interesa o no me interesa". Así, son incapaces de borrar de su agenda a un farsante o a una estafadora, pero como era de esperar van perdiendo amistades verdaderas a ritmo de conga. Y es que, queridos carpe diem, gentucilla despreciable, no se puede estar al mismo tiempo con el violador y con la violada: en este mundo hay que saber tomar partido.
Para ellos no hay ni buenos ni malos, pues su capacidad de discernimiento es nula; su única máxima es "me interesa o no me interesa". Así, son incapaces de borrar de su agenda a un farsante o a una estafadora, pero como era de esperar van perdiendo amistades verdaderas a ritmo de conga. Y es que, queridos carpe diem, gentucilla despreciable, no se puede estar al mismo tiempo con el violador y con la violada: en este mundo hay que saber tomar partido.
A esos ruines que incordian mucho más de lo que creen va dedicado GENTE CARPE DIEM (Pienso, luego resisto XV), que como siempre puede leerse en la iconoclasta revista AGITADORAS.