
Mansfield siguió los pasos de Chéjov, cierto, a quien admiraba y mucho; pero solamente en parte. En sus relatos, entre los que destaca acaso "Garden Party/Fiesta en el jardín", se desprende un aura tan personal, y es tan único el tratamiento de escenas y personajes, que resulta difícil adscribirla a ningún maestro. Ella misma admitía que su mente era como una ardilla, que iba acumulando las sensaciones fruto de la observación. Esa misma mente que Virginia Woolf bautizó como "terriblemente sensible"...
De esa neozelandesa que recaló en la Europa de comienzos del XX, donde vivió la Primera Guerra Mundial, y que fue ante todo un espíritu libre, incluso en los asuntos amorosos, hablamos en la última entrega del programa "MUJERES MALDITAS".
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