
La simpatía personal que le tengo
a la autora de Dins el darrer blau/En el último azul me lleva a
alegrarme muy mucho por ella ante esa nueva responsabilidad que le sobreviene.
Pero no puedo por menos que alegrarme también por lo que tiene de inyección de
optimismo para el conjunto de las mujeres que trabajan en el ámbito de la
cultura y tienen a diario que darse de cabezazos con el techo de cristal que
aún insiste en frustrar la expresión de su talento.
Haciéndome eco de esta innegable
realidad, y aprovechando la feliz circunstancia, he escrito el siguiente artículo: